Amo a este pueblo, Taco Ralo, originario de mi abuela, Leocadia Coronel. En La Ramadita, atrás, sí, muy atrás de la estación, que otrora sugería dividendos económicos a los pobladores en cada llegada de algún tren. Hoy en silencio. Así es el silencio, descripto en cada tristeza y en pocas alegrías, quizás pocas veces recordadas pero al fin alegrías, porque el estar en algo que se ama tiene su alegría, tiene ese “no importa, ya va a pasar”. Y a veces pasa y otras veces se olvida. Sí, se olvida, pero en cada momento que se le ocurre a algún personaje de encarar una promesa para mejorar al pueblo a su economía olvidada y existente en sus mágicas aguas termales, su ganadería caprina, que son las esencias de un turismo fenomenal, se les ocurre otra idea... ¿Cuál? Ni idea... Toda la vida, desde hace mucho, van y vienen promesas que se disuelven como el viento que levanta el polvillo y lo mezcla en la oscura soledad de un paisaje en silencio como la eternidad.
Luis Coronel
La Ramadita
Taco Ralo